viernes, 16 de noviembre de 2007

El Superhéroe (Isabel Ovejas)

Todo comenzó cuando de niño me aficioné a leer cómics de superhéroes. Eran divertidos y me hacían evadirme de la triste realidad que me había tocado vivir. Disfrutaba tanto que, a pesar de saber que todo era producto de la imaginación de los guionistas, siempre quise ser uno de aquellos héroes. Me fascinaban sus superpoderes y habilidades extraordinarias, tanto que deseé con toda mi alma poseer súper fuerza, invisibilidad o capacidad para trepar por las paredes. Además, me encantaban sus coloridos uniformes, que realzaban su fenomenal musculatura.

No me importaba que la vida privada de la mayoría de mis héroes fuese lamentable y que estuviesen condenados a no tener una existencia normal. Al fin y al cabo yo, desde que nací, me he sentido socialmente marginado por todos. Tal vez era por eso que me veía como esos personajes y en las tristes y solitarias vidas que soportaban, cuando no estaban salvando el mundo.

Yo ya tenía una vida triste y solitaria, sólo me faltaban los poderes especiales.

Sabía que para convertirme en superhéroe me hacía falta algo más, necesitaba adquirir los superpoderes de alguna forma digna y elegante, como por ejemplo haber nacido en un planeta lejano, tener una súper fuerza y vista de rayos equis. Otra opción que tenía era la de heredar una mutación natural. Para ésto mis progenitores debían de haberse visto afectados por contaminación radiactiva o biológica. Tampoco en eso tuve suerte.

Descartando lo anterior, sólo me quedaba la opción de ser mordido por un animal contaminado con radiactividad, con los genes alterados por algún científico loco o afectado por un virus mutante. Desde que deduje que éste era mi último recurso, he andado buscando por los rincones una araña o una mantis religiosa fugada de un siniestro laboratorio. También me hubiera podido servir un cocodrilo hambriento o un mandril. Pero lo que no esperaba es lo que me ha sucedido: me ha mordido Sandra, mi mascota.

El caso es que Sandra nunca ha tenido mal carácter, todo lo contrario, siempre ha sido adorable. Además, no tenía motivos para morderme. He sido muy cuidadoso con ella, nunca le ha faltado la comida ni el agua, la he tratado con cariño y no he descuidado su pecera. Pero nuestras mascotas, por muy inteligentes y cariñosas que nos parezcan, son animales irracionales. Por mucho que convivan con humanos en su interior no dejan de ser bestias salvajes, que esperan el momento oportuno para morder la mano que les da de comer. A pesar de todo no le guardo rencor a Sandra.

Sandra es mi amiga, la única que no me ha despreciado nunca, bueno, hasta anteayer. Cuando fui a ponerle la comida se lanzó sobre mi mano y me mordió. No fue un gran mordisco, pero sí lo suficiente como para inocularme alguna sustancia o virus desconocido que me produjo fiebre alta y delirios durante toda la noche. Por la mañana, cuando desperté, mi cuerpo había cambiado. Sin saber cómo he adquirido las habilidades de Sandra. Sí, al fin he conseguido superpoderes, justo como siempre había soñado, mi piel tenía una extrañas escamas, que cambiaban de color dependiendo el ambiente donde me encontraba, ¡podía volverme invisible! Era increíble, comencé a probar qué otras habilidades había adquirido y recordé que Sandra siempre estaba en las paredes cuando se escapaba de la pecera, entonces lo intente, sí, podía trepar paredes sin ningún problema ni esfuerzo. Era el día más feliz de mi vida, pero al verme al espejo había un grave problema, mis ojos ya no eran humanos, tenían como una capa transparente y la pupila era ovalada, y mi lengua era de reptil, si fue horrible encontrarme con eso frente a mí, pero todo en conjunto era mejor que mi aburrida y solitaria vida. Entonces decidí salir a la calle, sin saber como caminaba más rápido de lo normal, los olores eran mas fuertes que nunca y mi vista llegaba más lejos que antes. A lo lejos pude ver como un hombre sacaba una pistola para asaltar a una señora, era mi momento, corrí hacia él y cuando estaba a punto de brincarle encima disparó, caí al suelo, todo me daba vueltas y no podía levantarme, comencé a agonizar, me estaba muriendo, y de pronto perdí la conciencia.

Al despertar, estaba en mi cama con la mano vendada, y mi mamá a un lado… todo había sido un sueño. Ni modo fue bueno mientras duró.

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